El Hilo de Ariadna Artículos de Fondo


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Radios universitarias, ¿subversión en los mercados?





El signo de las estaciones radiofónicas mexicanas de servicio público y dentro de ellas, las universitarias, es el de la tozudez o abusando de las metáforas, del nado a contracorriente. Aunque su existencia y desarrollo son paralelos a la industria radiofónica, hay que aceptar que sus fines nobles de alta cultura no consideraron oportunamente el detalle nada soslayable de que antes de privilegiar los contenidos y discursos programáticos de tipo filosófico o educativo, había que formar oyentes, aumentar el parque de aparatos receptores, negociar los símbolos culturales con aquéllos identificados con el pueblo a fin de propiciar el consumo, la audiencia y quizás después, como resultado de esta condición, propiciar la educación, la transformación de sensibilidades estéticas y la divulgación del conocimiento científico. ¿De qué servía el proyecto de Gómez Arias de difundir la cultura universitaria en México e Iberoamérica en un mercado mínimo de radios y oyentes y sin un plan estratégico destinado a aumentarlos?

Amparadas en este modelo inicial que hemos llamado comunitario clásico, las primeras radios que nacen en la década de los 30 y se prolongan por espacio de varias décadas, pierden la oportunidad de construir -y acaso dominar- junto con las transmisiones de índole comercial el mercado de comunicaciones radiofónicas, como ocurre por ejemplo, con el cine mexicano que siendo industria y también cultura consigue un alto nivel de audiencia, calidad y significado dentro de la vida cultural mexicana e, incluso, latinoamericana. Quienes sí cumplieron con esa condición movidos por las necesidades del mercado, fueron justamente los impulsores de la industria. Ellos ligaron la transmisión radiofónica con la venta y distribución de aparatos radiofónicos, explotaron ritmos y sentimientos de la cultura popular para generar formatos musicales, dramáticos y noticiosos que conquistaran su legitimidad de decir ante públicos amplios educados en su lenguaje. Reprodujeron su capital económico lo mismo que el simbólico pacios de la cultura popular y la llamada industrial o de masas.

Sin duda alguna, las repercusiones de este modelo inicial, el comunitario clásico, se dieron en los ámbitos del mercado de elite, de las bellas artes y en la experimentación radiofónica, como lo demuestra el uso de formatos de la radio hablada que en la última década han © Dirección General de Desarrollo Académico
Subdirección de Extensióno, la misión de las radios universitarias no debe estar puesta en dichas expresiones culturales y tampoco en el reflejo inocente de la dinámica de la cultura de masas, sino en introducir lecturas profundas, cuestionantes y reflexivas que resguarden, en ámbitos diversos, un lugar para la utopía.

Esa es la razón fundamental, además de la de proteger los intereses de la industria, que la legislación ha otorgado a estas emisoras el estado legal de permisionadas que las amarran no al mercado, sino a la seguridad del subsidio de la institución universitaria. Buscando, como en la línea de Adorno, la autonomía de los condicionamientos mercantiles y la libertad para la creación, navegaron entre las aguas conflictivas de las políticas del financiamiento del estado a las universidades; de las diferentes reformas universitarias; de los proyectos educativos sexenales que han cambiado conceptos, estructuras y definiciones y las presiones de la sociedad civil, intelectuales y profesores que han luchado por darle un uso educativo y cultural a este medio de comunicación. Luchas de espaldas al Estado, otras a su favor o peor aún a su sombra. Otro mercado, pues, éste en el que fundaron sus esperanzas de libertad.

El proyecto romántico -comunitario y clásico- basado en la gestión de intelectuales, pioneros de la radio, artistas y universitarios que consiguen en la Universidad un Mecenas para la extensión de las más altas expresiones de la cultura sea clásica, popular o universitaria no es únicamente el origen de Radio UNAM, Radio Universidad de San Luis Potosí o Radio Universidad Veracruzana. Es también el de Radio Universidad de Yucatán con variantes importantes en los casos de Oaxaca y Campeche. En los primeros, había cierto recelo y rechazo por la cultura de medios y las masas, pese al uso de un medio abierto de comunicación colectiva como la radio y una convicción firme en cuanto a que los recursos humanos destinados a esta función podían venir de la propia comunidad universitaria sin intereses mezquinos o materiales. Si los condicionamientos económicos fueran determinantes, entonces tendríamos que ver en el subsidio y la intencionalidad de la radio universitaria, la razón de este modelo: arte, cultura y sin necesidad de competir, aumentar o reproducir el capital pues el subsidio mantendría de alguna manera las emisoras o, en la mayoría de los casos, lo haría la vocación de sus plantas productivas quijotescas o comunitarias de trabajo gratuito y desinteresado. No era necesario competir, ni mezclarse con el dinero. Tampoco con el mercado radiofónico.

Aunque las fundaciones de Radio Universidad de Oaxaca y de Radio Universidad de Campeche no se dan en las mismas circunstancias económicas que las comunitarias, puesto que las respectivas instituciones asumen la responsabilidad de mantener la planta productiva y los recursos humanos - recuérdese que Oaxaca se funda con una nómina de 5 locutores y Campeche con el equipo de 16- se les ve como parte de un servicio social de los miembros de la comunidad. En el discurso inaugural los Oaxaqueños hablaron de la mística del profesor revolucionario y más recientemente, en Campeche o Yucatán, del esfuerzo de colaboradores no incluídos en la nómina de las casas de estudios y su compromiso por la radio cultural. ¿Podemos afirmar entonces, que las radios universitarias del Sureste han abandonado el esquema productivo comunitario por el institucional? ¿Cómo participan las Universidades que poseen proyectos radiofónicos en su conceptualización, organización, mantenimiento, evaluación e impulso? ¿Los niveles de dependencia financiera y conceptual de las emisoras garantizan su libertad para el cumplimiento eficaz y eficiente de sus fines?

La evolución de los grupos fundadores de la radio universitaria ha sido marcada desde las entrañas del condicionamiento de la institución. Los medios universitarios amarrados a su casa de estudios y desatados del mercado de medios, han enfrentado los movimientos políticos, las luchas por la autonomía universitaria, la dinámica organizativa y sindical, la carencia de planes coherentes de extensión cultural y la espontaneidad de sus cuadros, haciendo caso omiso de la creciente autonomía del sistema de comunicación del que forman parte. No obstante, casi todas, se han modificado en lo que llamaremos modo institucional de producción radiofónica.

Este concepto afirma que las necesidades de un organismo vital para el funcionamiento de la sociedad y sus relaciones con ella, le llevan a adquirir y operar medios de producción radiofónica como parte del patrimonio necesario de modo que pueda desarrollar prácticas comunicativas con su entorno, utilizando una planta productiva integrada por profesionales capaces de llevarlas a cabo de manera eficiente basados en un proyecto claro, sistematizado e impulsado con formas de control de calidad e impacto social. Las relaciones sociales entre los productores son las de trabajadores asalariados responsables de cubrir funciones congruentes con los objetivos finales; que gozan de una descentralización de la información y toma de decisiones en función de una división del trabajo que les da responsabilidad de cada uno de los procesos que llevan a la producción de contenidos simbólicos útiles para el organismo y la sociedad. Así, el fin último de este esquema de producción, es la elaboración de mensajes, programas radiofónicos que cumplan con las orientaciones políticas y conceptuales de la entidad que los origina de cara a sus responsabilidades sociales. En consecuencia, el desarrollo de las fuerzas productivas -infraestructura y fuerza de trabajo- debe ser el que permita el cumplimiento eficaz de los fines en ciertos condicionamientos históricos dados. Su valor no está en el de cambio en medio del mercado, sino el del uso para la transformación social. Es decir, que sus obligaciones se relacionan con las funciones que cumplen las casas de estudios en la formación de recursos humanos y su capacidad de transformación de valores sociales, éticos y culturales en ciertos sectores de la población. Están presentes los objetivos del emisor y también las necesidades del impacto social que sólo es posible a partir de la respuesta de los otros, los oyentes frente a tales estímulos culturales. En medio, los profesionales y sus herramientas de trabajo desarrollados ad hoc para lograr ese impacto que, al decir del planteamiento de Susana Velleqquia puede ser el de transformar, reproducir y producir recreando los valores culturales de un campo.

Esta relación con los otros y la naturaleza cultural y política de los fines perseguidos, ha motivado la necesidad de utilizar otros parámetros, además del estrictamente llamado modo de producción, que intenta clasificar la intencionalidad del emisor institucional. Así, hablamos de modelos populares, alternativos, orgánicos, estratégicos o miméticos, según se trate de emisiones de concientización de clase; de proposición cultural diferente de la que domina la oferta comercial; de difusión de información oficial e institucional; de incidencia negociada con actores diferentes del universitario a los que se les reconoce un papel activo en su transformación y finalmente de aquéllos que transmiten sin identidad claramente diferenciada del actor comercial.

Esta tipología formada por el modo de producción y la naturaleza cultural de la oferta, sin embargo, no garantiza sus objetivos, sino a través de la congruencia de las tres dimensiones que conforman cada emisora: la dimensión política, la tecnico-económica y la discursiva.

Tras el diagnóstico particular de las cuatro estaciones universitarias del sureste, podemos afirmar que dos de ellas responden a la figura institucional-orgánica mientras que las otras dos al de institucional-alternativo. Las primeras demuestran a través de sus documentos de trabajo y planes operativos que responden de alguna manera a los lineamientos de la universidad en materia de comunicación social y/o extensión cultural. Pese a que la ubicación administrativa de Radio Universidad de Yucatán está en la Dirección General de Extensión y Radio Universidad Veracruzana en la Dirección de Comunicación Social, ambas realizan esfuerzos traducir en objetivos radiofónicos las obligaciones de sus casas de estudios. Aún más, tienen como tarea pendiente su conversión a la institucionalidad estratégica.

En lo general, se afirma que tales objetivos son la docencia, la investigación y la difusión de la cultura, aunque momentos específicos de desarrollo de la sociedad otorgan matices importantes a estas orientaciones básicas como han podido ser las tendencias extensionistas que privilegiaron el arte, las culturas populares e, incluso la divulgación del conocimiento científico. Quienes dependen de Direcciones de Comunicación Social realizan un trabajo más arduo quizá porque las tensiones están no solo con las funciones sustantivas de la institución sino con los puntos de vista oficiales de sus autoridades.

Las emisoras catalogadas como institucionales-alternativas no cuentan con esta claridad en sus proyectos pues carecen de definiciones, planeación y organización explícita de sus funciones, etc. y sí, en cambio, sufren de cierto aislamiento respecto de las tareas sustantivas de sus casas de estudios. Sus proyectos corren de manera paralela, entendiéndose superficialmente como emisoras culturales diferentes de las que dominan el espacio comercial, limitándose a ser alternativas del cuadrante sin que vaya junto con ello una propuesta de identidad institucional no sólo respecto de la radio comercial, sino también de emisoras culturales de índole diversa de las universitarias.

Estas dos circunstancias del modo de producción -la organicidad y la alternatividad- se deben a múltiples factores que rebasan la simple esfera de las radios o los departamentos a los que están adscritos para ubicarse en la dinámica universitaria en general. Así, la historia de cada una de las instituciones; las políticas educativas y culturales dominantes; las huellas de las luchas por y contra el poder; los grados de desarrollo y especialización de los cuadros dedicados a la producción, planeación y la administración; el impulso dado a los estudios sobre las comunicaciones y las culturas contemporáneas, así como la formación de especialistas en la radio universitaria y extensionistas de la cultura, son algunos de los factores que inciden en la orientación final que asumen nuestras radios.

Otro elemento donde la institucionalización también deja sus marcas es la dimensión técnico-económica. Aunque todas las emisoras dependen financieramente del subsidio institucional, la cobertura del mismo está limitado al mantenimiento del equipo en uso y al pago de nómina, afectando la modernización de la infraestructura tecnológica misma que sólo es cambiada mediante la gestión de apoyos especiales y la voluntad política para su asignación. En consecuencia, los recursos de producción están en tres emisoras funcionando con alto grado de obsolescencia y los insumos básicos para la producción (discos, cintas, material fonográfico y de mantenimiento) son escasos e ineficientes. De las plantas transmisoras en funcionamiento, dos tienen potencias mínimas y una de ellas, incluso, no es propiedad de la universidad, sino del Gobierno del Estado.

La fuerza de trabajo encargada de proyectar a la institución mediante la radio, conforma grupos desiguales, entre los que podemos abstraer algunas tendencias como las siguientes: la antigüedad en los puestos de trabajo tiene como promedio 10 años; destacan los trabajadores de Oaxaca, Veracruzana, Yucatán, mientras que la emisora de la Universidad Campechana es muy joven dada la fecha de su fundación. Respecto del tamaño y distribución del personal, notamos que el promedio es el de 17 personas, distribuidas fundamentalmente en tareas de organización, administración y transmisiones. Las áreas de producción radiofónica, en cambio, son verdaderamente limitadas a 2 ó 4 personas cuando más, salvo la Veracruzana que cuenta con un Centro de Producción Radiofónica de 70 elementos. Otro aspecto importante del equipo de trabajo es la inclusión de colaboradores universitarios no asalariados que dados sus intereses y gustos particulares ofrecen tiempo, conocimientos y materiales para la elaboración de programas. Estos trabajadores representan un porcentaje importante del equipo y su trascendencia es notable también en la dimensión programática. La cantidad de colaboradores en tres de las cuatro emisoras supera tres o cuatro veces la nómina asignada a producción, mientras que la veracruzana tiene un número muy reducido.

La organización para el trabajo así como los controles de calidad, no cuentan con una normativa clara, ni con mecanismos eficientes de sanción o estímulo a la productividad, siendo la formación dominante la anarquía organizada con algunos componentes de la burocracia o de los grupos autogestivos. Los problemas principales están en la supremacía de relaciones político-sindicales, la falta de compromisos reales por la misión universitaria, la flexibilidad de los controles de calidad y la falta de condiciones administrativas y financieras que estimulen la productividad.

El resultado final de esta conjunción de proyectos radiofónicos y estructuras productivas es la dimensión discursiva. En ella se traducen las misiones, políticas generales, formas de trabajo, criterios de calidad, recursos materiales y concepciones sobre la cultura, la radio y las audiencias. Curiosamente, las cuatro programaciones guardan similitudes importantes, aunque también diferencias. Como tendencia general, vemos que las cuatro emisoras poseen un perfil generalista mixto con música y programas de género periodístico en su gran mayoría, siendo géneros marginales los dramáticos y didácticos. La música clásica, fundamental en el modelo comunitario clásico, representa los menores porcentajes de programación musical, siendo ampliamente rebasada por los géneros populares.

En relación con la temática dominante y su vinculación con las tareas sustantivas de la universidad, observamos que las emisoras alternativas ofrecen a sus públicos poca información relacionada con la docencia o la investigación, ocupando los mayores porcentajes la extensión de la cultura, aunque no siempre del ámbito universitario, sino social. En cambio, las orgánicas organizan su producción y programación tratando de optimizar los recursos de modo que las necesidades del plan institucional de desarrollo se vean reflejadas en los diseños programáticos. Salvo la Veracruzana que cuenta con una planta productiva amplia que le permite una total independencia programática, las tres emisoras restantes se apoyan de colaboraciones de diferente índole, como las voluntarias y los envíos de estaciones internacionales, buscando un equilibrio entre la producción propia y la ajena que no siempre se logra. En general, las programaciones actuales no demuestran la tesis de Gloria Rodríguez que afirma: "Los sistemas de radio universitaria también se han preocupado por ser auxiliares en la labor docente y utilizan los formatos radiofónicos para elaborar temas que sirven de apoyo didáctico, en la labor enseñanza-aprendizaje". (Rodríguez, 1993)

En las emisoras alternativas no existen prácticas de medición de audiencias y de retroalimentación sistemática de la programación. Sólo en el caso de Radio Universidad de Yucatán que intenta convertirse en una emisora estratégica más que orgánica, se realizan y sirven para la toma de decisiones. No obstante, los desajustes estructurales del resto del proyecto han impedido que evolucione de manera adecuada. La otra emisora catalogada de la misma manera, ha intentado desarrollar mecanismos formales de evaluación tanto de la producción como de la programación de frente a sus audiencias y al proyecto institucional que alguna vez privilegió la divulgación científica, la información y la educación de la sensibilidad musical.

El panorama de las dimensiones nos lleva a señalar que la institucionalidad de nuestras emisoras es muy débil. Los proyectos alternativos son la manera más sencilla de operar emisoras con orientación cultural sin que los organismos de los cuales dependen se comprometan directamente en su concepción, mantenimiento, modernización y vigilancia. Estos pueden reflejar tendencias importantes de la cultura regional, pero no la riqueza de las universidades y su contribución al desarrollo de la cultura de un estado ya que pueden ser todo lo que no sea una radio comercial. Su identidad es negativa frente el modelo dominante, pero no corresponde orgánicamente con una radio universitaria al servicio de las tareas sustantivas.

Esta separación entre emisoras e instituciones coincide con un subsidio insuficiente, un bajo desarrollo de las fuerzas productivas tanto de la fuerza de trabajo como de los medios de producción, una organización sin parámetros claros de control que dan como resultado programaciones de alto porcentaje musical, de producción externa subsidiada por agencias internacionales y colaboradores comunitarios. Digamos que la figura es un intermedio entre las estaciones comunitario-clásicas y las institucionales orgánicas. No obstante las debilidades de proyecto -estructurales o programáticas-, las emisoras alternativas cumplen con una tarea importante en la sociedad a muy bajo costo para las universidades pues ofrecen segmentos musicales y programas culturales de muy diversa índole y calidad a un público inmerso en la industria radiofónica local, así como también facilitan espacios de expresión para alumnos, profesores y trabajadores de la cultura.

Las dos estaciones del sureste clasificadas como orgánicas tienen otra problemática. Si bien es cierto que han logrado vincularse con los objetivos de la institución, clarificarlos, hacerlos consistentes de manera radiofónica, perseguirlos mediante planes operativos y de desarrollo, también adolecen de partidas presupuestales adecuadas, como lo demuestra la carencia de personal de producción en Radio Universidad de Yucatán y la relativa obsolescencia del equipamiento técnico de la Veracruzana. Además, su inserción en la dinámica política de la institución es mayor, por lo que el manejo de la información tiende a oficializarse mediante noticieros y programas muy bien supervisados en cuanto a su trascendencia política; la orientación de la emisora suele cambiar según las líneas de gobierno y el amarre definitivo de la estructura productiva a la dinámica sindical y laboral de la institución. Es decir, que los clientes fundamentales están ubicados en la estructura universitaria y no en la audiencia, sobre todo cuando dependen de programas de comunicación institucional y no de extensión universitaria.

En síntesis, nos parece que el modo institucional de producción radiofónica no ha sido desarrollado de manera cabal en nuestras radios incluyendo a las que tienen un mayor grado de organicidad ya que no se ha conseguido un desarrollo global, pues aquellas que tienen un proyecto bien definido no cuentan con todos los recursos humanos para impulsarlo y otras más, cuya historia les ha permitido tener una nómina impresionante de trabajadores, productores e investigadores, no cuentan con equipamiento tecnológico moderno y de prácticas organizativas y sindicales sanas que permitan el eficiente desempeño de las funciones. ¿Cómo cumplir adecuadamente los objetivos institucionales en estas condiciones? ¿Qué valor tienen las mediciones del impacto en emisoras, cuyos transmisores están funcionando al 50% de su capacidad y son de entrada de bajo alcance? ¿Podemos esperar que estas emisiones tengan un efecto transformador de la cultura, regulador de la calidad en los mercados comerciales, competitivos en función de cantidades de oyentes y divulgadores de los ideales más nobles del espíritu universitario? ¿Las radios universitarias mexicanas del sureste son, en efecto, actores subordinados con algún poder de subversión en los mercados? ¿Esta subversión es probable desde cualquier modelo de comunicación?

Los modelos transformadores de la radiodifusión son, ciertamente varios. La radio, como se ve en el panorama estadístico en Iberoamérica, tiene diversos modos de organización y representatividad social, pudiendo ser comunitaria, institucional, privada y atender a funciones educativas, de animación sociocultural, de promoción de ciertos valores éticos o estéticos, de comercialización.

En ese sentido, la radio universitaria puede organizarse siguiendo esas grandes líneas y sus niveles de eficiencia y/o eficacia dependerán de la congruencia y complejidad de sus dimensiones política, técnico económica y discursiva. Es posible, entonces, entrecruzar los modos de producción con la intencionalidad del emisor para conformar diversas configuraciones radiofónicas, entre las que sobresalen el comunitario clásico, el comunitario alternativo, el comunitario popular, el comunitario orgánico, el comunitario estratégico o el comunitario mimético; el institucional clásico, el institucional alternativo, el institucional popular, el institucional orgánico, el institucional estratégico y el institucional mimético. Y así, sucesivamente, para el modo privado de producción.

Las emisoras universitarias de cara al nuevo siglo.

Como el siglo, las opciones de desarrollo de las radios universitarias tienen forma de abanico. Pueden elegir modelos comunitarios como los que existen en las Universidades de Puebla, Chapingo o Monterrey con transmisores de baja potencia, operados por alumnos, estudiantes de comunicación, profesores de ingeniería electrónica; de muy bajo costo para el presupuesto universitario y cumpliendo objetivos útiles para audiencias pequeñas y especializadas con amplias posibilidades de interacción con los miembros de la comunidad y persiguiendo valores no formales, sino comunicativos de calidad. Pueden ser institucionales de agitación popular como nacen las emisoras de Guerrero o Sinaloa, institucionales alternativos como los casos reseñados de Campeche y Oaxaca o las institucionales orgánicas como la Veracruzana y la de Yucatán. Y también pueden elegir ser auxiliares didácticos en circuitos cerrados, institucionales miméticos, como existen en otras partes de América Latina y hasta comerciales de naturaleza estratégica. Su definición las ubicará en determinado mercado de bienes simbólicos, compitiendo con las radios comerciales, con recursos didácticos si se tratare de instancias netamente educativas y hasta con medios alternativos de comunicación, como los periódicos murales, volantes, altavoces comunitarios, etc. ¿Cuál sería una propuesta de transformación organizativa de las radios universitarias del sureste mexicano que considerara lo que son actualmente? ¿Todas tienen la posibilidad de transformarse en modalidades discursivas con competitividad y valor subversivo en sus respectivos mercados?

Si bien es cierto que el tránsito de un modelo a otro no obedece a un continuum lineal pudiendo presentarse transformaciones radicales, nos parece que es más fácil propiciar cambios del modelo que se presenta más complejo hacia otro que tenga en cuenta sus posibilidades, contradicciones y las oportunidades que el nuevo panorama digital ofrece para la reconversión de los medios tradicionales de comunicación en sistemas integrados multimedia. Considerando pues, la configuración de las emisoras tipificadas con la figura de institucionales orgánicas, pensamos que es necesario identificar y asumir sus contradicciones de modo que vayan creándose las condiciones para la construcción del modelo institucional estratégico.

El diagnóstico señala que sus principales debilidades están en una definición y planeación que enfatizan las necesidades institucionales en detrimento de la demanda de medios de comunicación; que no cuenta con fuentes y asignaciones financieras suficientes y equitativas en función de la eficiencia de las metas alcanzadas; qué está organizada sin mecanismos claros de calidad y toma de decisiones y finalmente, que su programación no está diseñada en función de objetivos de posicionamiento enmedio de un mercado dominante. En síntesis, la radio institucional orgánica hace al medio de comunicación a imagen y semejanza de la institución de la que depende, siendo una traducción de las contradicciones que se dan en el organismo global, impidiendo o facilitando su desarrollo. Contrario sensu, los medios en el mercado se han constituido en subsistemas de comunicación que forman parte del sistema económico, cuya especialización lleva a aceptar ciertos niveles de autorregulación y a resolver los desequilibrios particulares en función del capital acumulado y las reglas específicas del campo. ¿Se podrán desarrollar modelos que, manteniendo el modo institucional de la producción, puedan permitir mayores niveles de independencia de las emisoras, de modo que puedan decidir y luchar por ciertas posiciones en el cuadrante? ¿Las radios orgánicas transmiten al margen de este mercado?

En lo particular creo que las emisoras universitarias de mediano alcance (1,000 a 20,000 vatios) son parte de la oferta radiofónica del mercado actual; coexisten con igual nivel técnico de presencia que las emisoras comerciales en un espectro amplio de ofertas que buscan oyentes entre toda la población disponible. No así, las modalidades comunitarias, educativas o experimentales de radiodifusión que parten de equipos transmisores de alcance restringido, que requiere de prácticas especializadas de recepción.

Estas nuestras radios en el mercado, requieren desde el inicio una definición. O son definidas en palabras de la semiótica como un lenguaje de comunicación enfatizando los procesos de creación y recreación de símbolos musicales y lingüísticos, o recordamos su papel de medios de comunicación entre personas o instituciones tendiendo a aumentar los coeficientes de comunicabilidad entre perceptores y facilitar la reversibilidad de los mensajes o asumimos el concepto de industrias culturales. También podemos definirlos como actores del campo simbólico de medios de comunicación.

Definida como actor del mercado radiofónico, la radio institucional estratégica existe en un espacio donde la economía y la cultura son elementos indisociables y simultáneos permitiendo que la legitimidad simbólica de un producto pueda adquirir valor de cambio y negociarse por dinero. Más allá del mero hecho mercantil, la propuesta supone que la radio tiene capitales, reglas, actores con determinadas posiciones y elementos que resguardan la ortodoxia y que acotan el accionar de los jugadores del campo. Y, este campo, considerando sus actuales niveles de desarrollo se rige por mecanismos relativamente autónomos, diferentes del de una institución educativa.

El mercado radiofónico está formado por actores dominantes -los radiodifusores comerciales- que han desarrollado por espacio de más de 50 años en nuestro país un capital legitimado a través de amplios núcleos de audiencia. Géneros musicales nacidos en sus propios estudios y que después han pasado a ser el recurso humano de la industria disquera, estilos de hablar frente de los micrófonos; ritmos específicos de encadenamiento de eventos musicales y lingüísticos, mecanismos de promoción de contenidos y de medición del consumo, fuentes de riqueza identificadas con la venta de audiencias a poderes publicitarios, son algunos de sus elementos claramente diferenciados. La propia cultura, formada por mercancías simbólicas producidas por estos actores, "tienen como referencia y aspiración el gusto dominante, practican la cultura a través de actos metafóricos, desplazados (...) (y) subraya tan rotundamente la dependencia de la cultura media, su carácter heterónomo, como cuando afirma que está constituida por las "obras menores de las artes mayores"(la Rapsodia en Blue, Utrillo, Buffet), las obras mayores de las artes menores (Jacques Brel, Gilbert Becaud) y los espectáculos característicos de la "cultura media" (el circo, la opereta y las corridas de toros)" (García Canclini, s/f; 17).

¿Y cuál es el papel de nuestras emisoras metidas, sin querer, en este mercado dominante? Una de sus posiciones es la de transformar el orden mediante la proyección de otro que corresponde al mercado de la cultura de elite, atacando el gusto masivo y convocando a un gusto alejado de los hábitus de clase de los grandes núcleos de audiencia. Esta propuesta basada en la extensión de una modalidad cultural no masiva, sugiere que las radios tengan un parecido mayor al de sala de conciertos, un aula universitaria con altavoces, las bibliotecas o galerías ampliando teóricamente las posibilidades de acceso a todo el pueblo, pero cerrándolo en la realidad, pues los signos culturales tienen un gran contenido político de exclusión a quien no comparte los valores, los símbolos; en fin su lenguaje. Es decir, que siendo medio de comunicación para grandes grupos sociales, termina siendo, en la práctica, para la elite poseedora de las habilidades de la cultura críptica, autónomamente desarrollada. Estos oyentes, elites capaces de gozar los lenguajes del arte, seguían en el momento de contemplación sin costo, ni inversión, a través del consumo de bienes sin tacha, desinteresados y nobles. Todos, productores y consumidores, con la única visión de lo bello y lo moralmente aceptable para nuestro sistema educativo.

Considerando, como dice Bordieu que los capitales no son igualables entre los campos y que la subversión sólo es posible dentro de los límites del juego, otra modalidad es justamente la estratégica. Esta posición, reconoce tener objetivos institucionales que, no obstante, deben ser simbólicamente negociados con el interés de ciertos segmentos de audiencia y con la dinámica específica del mercado, mirando siempre hacia los elementos centrales que otorgan el valor legítimo para minar sus bases y, a la larga, dirigir las transformaciones posibles. Así, esta posición requiere definiciones que medien entre la institución y el mercado volviéndonos jugadores críticos, conocedores de las múltiples ofertas, sus contradicciones y éxitos en el terreno de los oyentes; aprendiendo y negando estilos, géneros musicales y programáticos. En otras palabras, habrá que pagar el derecho de entrada al mercado, luchar por adquirir posiciones legítimas y después, aspirar a la permanencia o a la subversión.

El poder de transformación de la radio está limitado por las reglas del juego limpio y los guardianes del orden. A diferencia de las bellas artes y, en general del mercado cultural de elite que posee actores vigilantes de la doxa como críticos de arte, historiadores, líderes de tendencias reconocidas, etc., el mercado de las comunicaciones otorga al gusto de las audiencias, el poder de legitimar. La asignación del valor, está puesta en las cantidades de oyentes que permitan, no sólo reproducir financieramente el capital invertido, sino fundamentalmente, la competencia de un lenguaje simbólico hecho cultura incorporada. Este gusto de las audiencias, sin embargo, aparece sintonizado con la oferta dominante de productos, no por un poder maléfico y aglutinador de los medios, sino por reflejar la subjetivización humana de las estructuras objetivas. Entonces, las posibilidades de ruptura están puestas en la propia estructura social y las contradicciones entre los deseos-posibilidades de sus miembros y la capacidad de los cuadros profesionales de la producción de poder traducirlos en géneros y contenidos no cubiertos por la industria.

Aunque estos procesos de transformación sociocultural tienen causas múltiples, es claro que la Universidad no aspira únicamente a utilizar medios de comunicación para informar de su oferta profesional, de la opinión de sus líderes o cohesionar a la comunidad universitaria en torno de las figuras históricas de su memoria, sino que intenta formar integralmente a sus egresados y también introducir variantes críticas y propositivas para el desarrollo de diversos grupos sociales como se ve en sus programas de vinculación con la empresa o con los trabajos de servicio social comunitario. En consecuencia, su proyecto radiofónico tiene que partir de una selección de segmentos de audiencia, la identificación de sus necesidades y posibilidades de desarrollo, el diagnóstico de sus prácticas de consumo cultural para definir las metas radiofónicas y la identificación de fuentes universitarias útiles para tales oyentes.

Como se ve, el proyecto institucional estratégico requiere de importantes mediaciones entre los objetivos de la casa de estudios y la demanda de los segmentos de audiencia y también entre esta propuesta negociada y los retos que impone la dinámica de la industria y las nuevas tecnologías. Es un sistema con fuentes de retroalimentación tanto en a) sector institucional, b) sector de la demanda c) sector del mercado, la competencia y sus transformaciones tecnológicas.

Los escenarios digitales

En este rubro, la revolución digital ha inaugurado una era de profundos cambios que afectan no solamente al mercado radiofónico sino al mercado de las comunicaciones en su totalidad. A diferencia de la tecnología analógica caracterizada por la complejidad de la maquinaria, del alto costo de reparación y mantenimiento de los sistemas y de la poca flexibilidad de uso de los mismos, en las últimas décadas ha cobrado extraordinaria importancia la tecnología digital que permite mayores niveles de calidad, bajo costo y sobre todo una gran versatilidad de codificación abriendo las puertas a un momento crítico para los viejos medios de comunicación y las nuevas redes integradas de información (RDS).

Las redes integradas son producto del desarrollo de los lenguajes digitales y de tres soportes básicos capaces de permitir la circulación de mensajes binarios: los sistemas satelitales, el cableado de fibra óptica y las transmisiones electromagnéticas de datos. Así, la modernización de medios de comunicación pasa por una transnacionalización de los capitales divididos en empresas telefónicas, satelitales, informáticas y electrónicas que buscan desarrollar lo más rápidamente posible técnicas y aparatos que satisfagan las necesidades de la oferta multimedia, pero también por la urgente reconversión de los medios de comunicación sea en dichas redes o en proyectos con orientaciones y enfoques culturales distintos, dadas las presiones en la oferta de los nuevos medios.

En México, las reconversiones han provocado alianzas entre grupos radiofónicos irreconciliables como Radio Red, Radio Centro y Grupo ACIR; ventas de corporativos completos de radiodifusión con el objeto de orientar las inversiones hacia los sistemas satelitales; intercambios financieros entre empresas telefónicas como Telmex y Cablevisión, así como diversos movimientos para aumentar la competitividad en el rango de las comunicaciones. Para citar algunos ejemplos, están la construcción del cable transoceánico Columbett de 13,500 kilómetros de fibra óptica que une Cancún con ciudad de México, Suramérica y Europa garantizando la circulación de datos, voz, información, audio, vídeo a velocidades impresionantes y cuyo líder inversionista Telmex afirma poder distribuir más de 23,000 canales con 320,000 llamadas telefónicas de manera simultánea; el impulso a la plataforma multimedia satelital - a través de dos corporativos MVS-Hughes-Venevisión-TV abril y el competidor SKY-Televisa-TVE-News-Tv Globo- que proyectan un crecimiento importante de la televisión de paga en los próximos cinco años ofreciendo cientos de canales de vídeo, decenas de señales musicales, servicios de información como teletexto, Internet y correo electrónico, telebanco y servicios a demanda como películas, programas televisivos, juegos informáticos; el crecimiento previsible de los suscriptores de los sistemas integrados por cable, etc. En radiodifusión se prevé el reequipamiento con transmisores digitales capaces de enviar señales con calidad de disco compacto y con transmisiones múltiples o paralelas de información o teletexto. La oferta de las RDS calcula crecer en México el 42% en los próximos cinco años, manteniendo el liderazgo latinoamericano que se ve hoy, al ser el segundo país en infraestructura de internet y en suscriptores de cable sólo por encima de Brasil. Este mapa dominado por las RDS y no por los medios de comunicación tradicionales como la radio y la televisión abiertas, representa nuevos fenómenos de recepción y aculturación equidistantes de la economía interdependiente y globalizada y de las reorganizaciones de los estados nacionales. De un lado, obliga al replanteamiento de las prácticas de consumo determinadas antiguamente por la existencia de un número limitado de ofertas y el quiebre de conceptos tales como manipulación, control enajenante, tergiversación política y ocultamiento de la información, etc., típicos en la era analógica. Hoy, la excesiva segmentación posible por los altos niveles de compresión digital o las bandas anchas de la fibra óptica, permite que los sujetos puedan seleccionar información personalizada de acuerdo a sus gustos, caprichos eventuales y en los tiempos adecuados con la facilidad de acceso que da el telemando. La competencia feroz entre diversas plataformas y redes, favorece, en alguna medida, el descentramiento informativo.

Esta sobreoferta informativa que llega a la saturación, pone en el espacio de lucha simbólica de las culturas locales y regionales numerosas imágenes, estilos de vida, percepciones de diferentes países, que entran en conflicto por el valor legítimo atentando contra las identidades. Así, un factor de competencia en medio de ofertas culturales lejanas, diversas y especializadas, es la producción regional y la defensa de la voz cercana a nuestras plazas públicas. En consecuencia, el futuro de la radio está tanto en la competitividad entre sectores amplios, como en la modernización tecnológica y la aproximación a nuestras culturas y comunidades.

Lo estratégico entonces, está también en la selección de opciones adecuadas de modernización tecnológica y en la apuesta de conversiones programáticas posibles que respondan a necesidades sociales y culturales insatisfechas. En consecuencia, la programación ofrecida debe sintetizar estas variables buscando ante todo una cobertura y equidad amplias tanto en la selección de sus públicos como de sus temas, formatos y géneros elegidos, incorporando a los circuitos de red ofertas especiales para públicos muy selectivos.

La programación de las emisoras universitarias

El error de las políticas de nacionales de comunicación en la década de los 70 en nuestro continente, ha estado en los contenidos excluidos. Bajo la presión de la industria comercial y los prejuicios infundados de los intelectuales en torno de la cultura media o de masas, dichas orientaciones obligaron a diseñar contenidos, formatos y géneros al margen de los que estaban ya probados en el mercado de medios. La parcela menos competitiva y menos atendida, aquélla de explícitas intenciones educativas y culturales reñidas casi siempre con la tendencia de entretenimiento dominante, fueron el alimento principal de las radios universitarias. ¿Pueden ser estratégicas las programaciones si no contemplan la naturaleza de los contenidos y las gramáticas discursivas dominantes, encuentran la razón de su éxito e intentan modificar las estructuras o los nexos de éstas con determinados contenidos? ¿Priorizar los contenidos y géneros excluidos en garantía de acceso a grandes públicos a privilegio de lectura o decodificación de los educados?

La experiencia de la BBC y de los modelos europeos han enfatizado el carácter generalista, plural y equitativo de las políticas de programación, pues entre sus objetivos está también funcionar como dinamizador de la calidad de la industria comercial. Es decir, que se conciben como inputs del sistema de medios y también como impulsores de una nueva cultura de medios de comunicación. ¿Las universidades mexicanas también tienen esta misión? ¿Debemos priorizar los contenidos y formas marginales, como garantía de pluralidad y retroalimentación de las sociedades democráticas como afirma la PBS en los Estados Unidos?

Tanto la experiencia norteamericana como la derivada de las políticas nacionales de comunicación, basan su programación en la orientación complementaria: mientras que se acepta que las emisoras del mercado propongan géneros masivos, se exige que las estaciones de servicio público se deslinden ofreciendo lo que no tiene entrada en esas transmisiones. Sus audiencias, en reciprocidad, representan las mismas tendencias marginales olvidando la responsabilidad social con los grandes núcleos de consumidores de programas radiofónicos. Las radios universitarias definidas como institucionales alternativas parten del mismo principio, aunque han sido influidas por géneros musicales populares y estilos periodísticos, como se demuestra en el análisis de las barras de Radio Universidad de Campeche o de Oaxaca, en aras de ampliar sus nichos de consumidores.

En cuanto a una propuesta estratégica, la programación debe asumir de manera consciente y profunda la naturaleza y las consecuencias de emisiones generalistas, mixtas entre la música y la palabra y los diversos formatos y géneros existentes, realizando investigaciones que determinan las razones de éxito de los géneros dominantes y los modos de subvertir sus gramáticas y estilos. Si la programación es múltiple, entonces "el otro" se convierte sin duda alguna en "los otros" que obligan a enfoques complejos y diferenciales según se trate de campesinos, obreros, amas de casa, burócratas, jóvenes o los mismos miembros de la comunidad universitaria ya que "la universidad contemporánea no puede dejar de volver su mirada hacia sus estudiantes, hacia esos millares de jóvenes que año tras año le dan sentido. Y ello, dentro del reconocimiento de sus características, de sus incertidumbres, de sus búsquedas y de sus necesidades de información" ¿Y puede dejar de mirar o de oír a otros sectores, como el de los padres de familia, los trabajadores y el sector profesional?(Prieto, 1996:11).

Una de las fortalezas de la radio, según las enseñanzas de Brecht, que cobra aún mayor importancia en estos tiempos de la tecnología digital y la creciente interactividad favorecida por la rapidez y flexibilidad de las redes integradas, es la cercanía afectiva de los signos sonoros y las posibilidades de la comunicación biunívoca. Los contenidos radiofónicos, entonces, deberán ampliar sus posibilidades de relación con las audiencias no solamente a través del mercadeo o las mediciones de la audiencia, sino y sobre todo a partir de las relaciones directas con sus públicos mediante la red telefónica, los servicios del correo e, incluso, de algunas experiencias del periodismo civil, de modo que se faciliten las relaciones entre hablante y oyente, fortaleciendo el pacto de la legitimidad del decir-oír en la radio.

La programación complementaria, a mi modo de ver, no justifica en estos tiempos de las redes integradas de información que garantizan por la multiplicidad de canales la atención de segmentos especializados de mercado, la operación de radioemisoras universitarias de aire. Estas deben ser, como se ha mencionado, mixtas y generalistas en aras de públicos igualmente diversos y amplios. En cambio, los esfuerzos especializados, la atención de demandas específicas pueden realizarse de manera económica, flexible y eficiente mediante las nuevas tecnologías como las redes informáticas de audio y vídeo, sin menoscabo de las otras funciones para toda las sociedad.

Las políticas de organización y financiamiento.

La naturaleza estratégica de las radios universitarias no acaba con una reconcepción del medio, su entorno y sus oportunidades de desarrollo tecnológico o el diseño de sus contenidos. También requiere de una selección congruente de políticas de financiamiento y de organización para el trabajo. En diferentes partes de Europa y América se han llevado a cabo polémicas sobre las fuentes de financiamiento de los medios de servicio público que, en lo particular, se refieren al subsidio universitario. Pasquali, en Venezuela, por ejemplo ,defiende la necesidad de que el financiamiento sea público como condición indispensable para la existencia de estaciones públicas. Es decir, que sean los habitantes anónimos a través del pago de impuestos y la redistribución de la riqueza realizada por el estado quienes mantengan la economía de este tipo de medios, misma que deberá estar sujeta a normas escritas de ejercicio y de candados y supervisiones también públicas que garanticen el adecuado uso de tales recursos. Lo mismo se piensa en amplios sectores españoles. Contra la tendencia conservadora que encuentra ilegítimo el mantenimiento de grandes medios de comunicación dado el déficit fiscal del estado actual aumentado por el peso burocrático, se sugiere la liberalización o privatización de tales empresas. Los argumentos como hemos visto en apartados anteriores van desde la necesidad de retroalimentación de las audiencias y reconocimiento del valor y efectividad de la oferta, hasta la necesidad de distribuir en áreas más significativas de la sociedad los escasos fondos con los que cuenta la administración pública. Quienes aceptan la comercialización entienden que la dependencia del mercado hará que la empresa se adecue internamente para aumentar su eficiencia y capacidad competitiva en beneficio de la misión definida. Quienes no, señalan que es obligación del estado financiar proyectos comunicativos como base para el desarrollo, alejándolos de la competencia en el mercado que los orillaría a descender sus niveles de calidad al estándar de la industria en detrimento de sus propios fines. Debemos exigirle a nuestras emisoras que sean competentes, pero no competitivas, decía Jordi García Candau ante las polémicas sobre el financiamiento del sistema público español.

Respecto del papel de la economía y la cultura, nosotros tenemos una posición ligeramente diferente. Cultura y dinero no son siempre excluyentes. En primer lugar, porque todo intercambio de valores - sean estos monedas, bienes o cheques al portador - está rodeado de expresiones simbólicas, sentidos y formas de ver, sentir y vivir la sociedad. En segundo lugar, porque no son únicamente los criterios del dinero - tanto inviertes tanto recuperas - los que le dan legitimidad a las cosas y bienes que se consumen. Ésta, deriva de un campo autónomo, de reglas, de historias, de poderes que hacen un objeto valioso e intercambiable por dinero. ¿El mercado de la ópera, caro y rentable como lo es también el de las obras pictóricas, el de algunas producciones editoriales, etc., vale dinero por la inversión realizada o por el contenido original dentro de las reglas del propio arte, el dominio de la voz, el manejo de formas o colores, por las ideas expresadas? ¿La reproducción mecánica de las mismas - tirajes, casetes, libros, etc.- afecta notablemente la originalidad de la producción o, simplemente la comparte con medio mundo, aumentando fortunas y consumidores que encuentran el valor artístico sui generis? ¿La radio universitaria, puede tener un valor en dinero entre sus propios consumidores?

Aunque, como dice el encabezado del párrafo anterior, cultura y dinero no siempre son excluyentes, hay que hacer notar que sí pueden serlo. El mercado es cruel, dicen quienes han vivido un tiempo en él y saben que la formación de consumidores y de mercados es un proceso largo que puede dejar de lado numerosas expresiones que sin un subsidio no podrían efectuarse ¿De verdad, pueden competir nuestras emisoras universitarias en un mercado abierto, con una mano atada detrás de la espalda, viendo que la competencia vende productos probados por el consumo, como el amarillismo en la noticia, las canciones fáciles y violaciones al lenguaje correcto, sin poder ni desear equipararse?¿ Cuánta desproporción social e injusticia vendría de la mano del hecho de pagar todos los bienes culturales y educativos que circulan en el mundo o en un país?

La falta del mercado, es sin lugar a dudas, otro problema. En la mayoría de nuestros departamentos de radio o vídeo, la producción editorial universitaria o los eventos culturales, la ausencia del mercado o, algo que lo simule, ha brindado comodidad y tranquilidad en las políticas extensionistas. Justificados en fines nobles, ideales de expresión estética, compromisos declarados en las misiones de nuestras universidades y engolosinados con el adorno y prestigio de la imagen culta de nuestras instituciones, la variable consumidor, cantidad y calidad, tanto al interior de nuestra comunidad como al exterior de las mismas, no es demasiado importante. Total, podemos explicar que la música clásica no es suficientemente oída por la deformación de los medios de comunicación, que la poesía no es demasiado leída en tiempos neoliberales, o que tal tema o conferencia sólo es importante para grupos reducidos para la población. ¿No es verdad que la ausencia de mercado, de no depender de nuestra eficiencia económica, ha hecho que la selección de contenidos culturales, estrategias de vinculación con nuestros públicos, formatos utilizados, tengan una libertad tal que su éxito se mida por el discurso y no por la cantidad o calidad de usuarios, o su repercusión social? ¿Hemos, en contraparte, desarrollado conceptos, indicadores, medidas, para demostrar que nuestro trabajo es impactante y valioso para la formación de nuevos mercados de cultura?

Las relaciones cultura y economía, son ambiguas. Se antoja, necesario impulsar programas autofinanciables no solamente por la cuestión de manejar ingresos adicionales para estimular la producción cultural de nuestras universidades o asumir creativamente el recorte subsidios a la extensión cultural, sino también como una de las variables importantes de pertinencia de las políticas culturales. Habrá, pues que demostrar que nuestras acciones son consumidas, apropiadas también es una buena palabra, por amplios núcleos de la población, que la demandan sea con costo en dinero o en valor de uso o goce que somos capaces de ofrecer dichos servicios de manera oportuna y eficiente. Cabe, desde luego, la opción de que fueran espacios de consumo pequeños y cerrados, pero vitales en el liderazgo social, según la misión o estrategia expresa de cada una de nuestras instituciones.

No hay que perder de vista, sin embargo, que no todo aquello que se mantiene en el mercado, que goza de amplios núcleos de consumidores es, de suyo, correcto y que lo que no ha podido entrar y mantenerse es, de entrada, innecesario para nuestra sociedad. ¿ Cómo lograr un sano equilibrio entre necesidad institucional y demanda de los servicios; entre subsidio público y autofinanciamiento?

El financiamiento de las radios universitarias debe ser también estratégico y como consecuencia mixto. Esto quiere decir que abogamos por la permanencia del subsidio que garantice el control de la institución sobre los medios de producción y de transmisión radiofónica y el cumplimento de objetivos básicos expresados en la misión, como también sugerimos que se establezcan mecanismos de mercado para determinados bienes y servicios que pueden ser competitivos y autofinanciables. Las figuras disponibles para realizar estas divisiones son la conformación de asociaciones civiles o empresas parauniversitarias que permitan la doble fuente de financiamiento: el subsidio destinado a los proyectos estratégicos de modernización de la planta productiva, la capacitación de una elite administradora y el mantenimiento de un pequeño sector operativo encargado de las rutinas básicas de transmisión, mientras que, por otro lado, el sector de producción de materiales audiovisuales pueda tener una organización flexible para contratar servicios por honorarios a productores independientes y vender materiales comunicativos al gran público.

Otro de los factores que inciden en lo estratégico de la institución es la organización del personal y las modalidades de gestión. A la fecha, dichos elementos de la dimensión tecnico-económica tienen la huella de las entidades burocráticas del organismo, por lo que se sugiere implementar mecanismos claros de control de calidad, de promoción y sanciones que le dan a la esfera una mayor autonomía respecto de los procesos políticos internos. Esta transformación puede lograrse a través de un programa de formación de equipos de alto rendimiento avalados por políticas administrativas ajustadas a estos fines o bien a través de las mismas figuras señaladas anteriormente.

La subversión en los mercados o la institucionalidad estratégica.

La complejidad del fin de siglo nos enfrenta al conflicto moral de clonar nuestras raíces; de agotar nuestros esquemas racionales en complejas redes de intercambio cultural y económico entre naciones; de sucumbir en la "cultura de la muerte" y del espectáculo que de manera masiva e ilimitada se presenta ante nuestros ojos mediante sistemas multimedia, pero también con viejos horizontes civilizatorios, la miseria y el tercer mundo que no conoce de los 16 mil cien kilómetros de microondas, el sistema satelital, la telefonía celular o el mundo de los cibernautas. Ese formado por la inmensa mayoría de los mexicanos, entre los cuales 26 millones de habitantes se encontraban en 1980 con un nivel educativo elemental o, 16 años después, el 49.81% de la población económicamente activa del sureste sin instrucción básica; o los 3,231,612 hablantes de lenguas indígenas, viviendo una realidad cotidiana problemática tanto en sus aspectos ecológicos, culturales, económicos, educativos y políticos sin resolución y sin políticas claras en los regímenes que no emanaron de la Revolución Mexicana, sino de la borrachera autoritaria el Estado Benefactor y el desarrollo de las tendencias neoliberales.

Ambos momentos enfrentan a los hombres sabios, aquéllos descritos por Séneca que se empeñaban en conocer los misterios de la vida y la muerte y asumían la verdad como remedio de la vida, contra otros que hemos visto nacer con el encanto irracional del control. La postmodernidad nos ha sumido en la inmanencia. "En otras palabras, al estar vaciado el ser humano de valores trascendentales, ha quedado reducido a vivir encerrado en sí mismo. Y es que el fundamento de la comunicación entre los hombres y las mujeres reside en servir a valores que anteponen a ellos mismos". Inmersos en esta dinámica regida por los intereses superficiales del placer y del mercado, nuestras universidades buscan un lugar que no sea simplemente el del espejo. (Prieto, s/f; 69)

En la búsqueda, las instituciones de educación superior han tenido que asumir críticas y retos en lo referente a sus sistemas pedagógicos, sus mecanismos de retroalimentación y evaluación, las líneas de investigación de poca contribución inmediata al desarrollo social o a la transferencia tecnológica, sus modelos de extensión cultural que exageran las manifestaciones artísticas en detrimento de la vinculación con los sectores productivos, etc. Como quiera que sea, los retos fundamentales de las universidades mexicanas están no solamente en formar recursos humanos competitivos mediante mecanismos académicos, administrativos y organizacionales eficientes sino también en el fomento de valores humanistas como la ética, la estética y el sentido crítico que permitan asumir los cambios económicos y políticos de manera creativa, pues "podrá existir progreso tecnológico, aumento de riqueza, expansión material, incremento de las comunicaciones, perfeccionamiento científico, reagrupación política, modernización social, etc., pero si no hay transformación de nuestras estructuras psíquicas, finalmente, no hay avance de nuestra sociedad". (Esteinou, 1996)

Las proyecciones en este avance, por lo menos en lo que pueden coadyuvar los medios de comunicación universitarios, se ven limitados porque sólo un 24% de las instituciones de educación superior opera estaciones radiofónicas y, además, como hemos visto en el sureste, algunas carecen de planteamiento serios que los involucren con una política coherente de extensión. Asumir en las condiciones actuales la transformación de dichas radios hasta convertirlas en medios de distribución de contenidos indispensables para el desarrollo regional y nacional y no de circulación de información parasitaria desvinculada de las urgentes necesidades municipales y estatales donde actúan, supone un intenso camino de experimentación que debe situarse más allá de viejos prejuicios y mitos organizacionales. Es decir, que la radio universitaria de los próximos años tiene en esta figura institucional-estratégica un campo maravilloso de desarrollo sólo limitado por la capacidad de sus cuadros profesionales. Las modalidades específicas que adquieran sus dimensiones políticas, económicas y discursivas, serán los elementos para la identidad institucional y, a la larga, capitales acumulados para redefinir la comunicación de servicio público en el país.

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