El Hilo de Ariadna Artículos de Fondo


Las radios universitarias,
¿subversión en los mercados?
El caso mexicano: el Sureste





Irving Berlín Villafaña
Lic. en Antropología Social




Universidad Internacional de Andalucía
Maestría en Comunicación Iberoamericana
Huelva, España
1997





Introducción





Entramos al caos siguiendo un cordón cuya guía garantizaba el eterno retorno al paraíso. Se trataba, pues, de transformar el mundo hasta hacerlo completamente nuestro, humano; donde se sintiera que teníamos el control, las riendas de la historia, el dominio del mercado, de la división social del trabajo que fragmentaba la conciencia y nos imponía un ritmo pegado a la necesidad y no a la libertad de ir "por la mañana a cazar, por la tarde a pescar y por la noche apacentar el ganado y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico" (Fromm, 1962: 215). El hilo que nos conducía del laberinto a la libertad, no obstante, en algún momento se rompió.

Para el pensamiento marxista las posibilidades de control estaban orientadas hacia la transformación estructural de la sociedad sobre la que se levantaba el lenguaje y, acaso, alguna pequeña historia de las ideas. El peso de la existencia y de las leyes de los modos de producción sobre la conciencia dejó un resquicio para el salto del sujeto y su mirada innovadora -la conciencia de clase, decía Marx-. ¿Qué tanto de historia y qué tanto de estructura hay en nuestras vidas? ¿Qué tan relativa independencia tienen los procesos del sentido -ecos del proceso de vida- respecto de los condicionantes objetivos de la organización social? ¿Hay paradas, enlaces, puentes o mediaciones entre lo objetivo y lo subjetivo? Por este resquicio, estrecho y resbaladizo es que se nos perdió el eterno retorno a la utopía.

En la pérdida descubrimos que no hay objetividad ni verdad, sino discursos sobre tales menciones. Esto se sugiere en el mismo Marx si pensamos en la frase "el vestido sólo es vestido cuando se pega al cuerpo y es usado por el sujeto" y en la crisis de la credibilidad de los tiempos posmodernos, crisis -no está poder demás decirlo- que no ha destruido la existencia.

La reflexión viene a cuento porque la investigación científica -esa sinuosa carretera de ir y venir por lo abstracto y lo concreto rumbo a la ruptura de las apariencias- no es ciertamente el descubrimiento fácil ni la fruición delicada. Es tarea de dimensiones y límites que deben ser traspuestos. Aunque esos placeres no siempre son saboreados, la naranja cobra sabor desde que uno la siente como particular y esencial. La descubre en sí y le da el sentido único y múltiple de la vida.

Las ideas pueden ser de otros, necesariamente lo son, dado que no estamos descubriendo la ciencia sino asomándonos a un capital ya construido por otros siglos y otros sujetos, igualmente sujetados a su tiempo e igualmente dedicados a ambicionar la libertad. Nuestro papel en el juego sólo existe a partir de que esas voces renueven su sonido en nuestras guitarras y canten y bailen en una fiesta para el entorno en el que vivimos: ¿La verdad o el sentido?

El conocimiento no es únicamente la satisfacción de poseer un amarre a la vida o una destreza. Es, fundamentalmente en los comunicólogos pegados con la antropología, una responsabilidad dicha en términos contrarios al etnocentrismo y favorables a la esperanza y las nuevas utopías que habrán de soñar otras niñas de ojos grandes. La verdad es praxis social; transformación de las condiciones adversas para el desarrollo integral del hombre que requiere, en sus diversos momentos paradojales, dejar de repetir los esquemas limitados que le dan sentido unidimensional a su ser sexual, social, cultural y biológico.

Romper esta inercia, esta obsesión repetitiva de valores y roles socioculturales o, cuando menos, introducir variantes legítimas de reflexión y crítica es la tarea de las universidades; de ciertos sectores en el trabajo periodístico y de comunicación social. No para impartir el goce nihilista de negación permanente del orden o el placer perverso de ver cómo se pudren las manzanas.

Las tareas de instituciones como la universidad, sus emisoras culturales dentro del espectro amplio del servicio público en materia de comunicaciones, no deben reflejar inocentemente la dinámica de los mercados, de los bienes simbólicos generados desde la perspectiva industrial, sino introducir lecturas profundas, cuestionantes y reflexivas que resguarden un lugar para la utopía social, relegada en nuestros días al acto cada más subversivo e íntimo del amor. Sujetos de nuestra historia y deseosos de la guerra de la desujetación que lleva necesariamente a una nueva cárcel, los hombres estamos entre la disyuntiva de la reproducción y la ruptura paradojal. Algunos, por la propia forma en que estamos construidos, llevamos la marca enfática de la deconstrucción. Ojalá que los intentos por transformar, sean el mercado de medios, la cultura postindustrial, o las estructuras del servicio público, lleven a alguna certidumbre.

  1. Entre Mapas y Naufragios

  2. Teóricos y vagabundos ¿El hilo de Ariadna va del laberinto a la libertad?

  3. La radio; configuración del actor

  4. Herramientas de trabajo, indicadores para el diagnóstico actual

  5. Las radios universitarias: el Sureste

  6. Radios universitarias, ¿subversión en los mercados?

  7. Bibliografía


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Universidad Autónoma de Yucatán
Mérida, Yucatán, México, 1997